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miércoles, 3 de julio de 2013

Memoria/ Tierra


Francisco Pimentel - La Voz de Ronda 22/6/13
Hay días en nuestra vida que nunca podremos olvidar. Cada quien tiene los suyos. Yo para mí tengo el día de hoy porque hemos comenzado el estudio de localización de las fosas comunes y llevo toda mi vida, desde pequeño, desde que tengo recuerdos, queriendo que esto fuera así para llegar a recuperar a mi abuelo.

De pequeño, muy pequeño, cuando desde el llano de la estación hasta el cementerio todo eran campos sembrados de trigo, cebada y olivos iba con mi abuela, que me llevaba de la mano, toda enlutada, totalmente de negro, como todas las mujeres, viudas, madres o huérfanas, que entonces eran casi todas.

Por el camino cogiamos las florecillas silvestres y mi abuela hacía un pequeño ramillete que disimuladamente dejaba sobre el sitio que le habían dicho que habían arrojado a su marido cuando lo fusilaron. Ese viaje o paseo, que me parecía lejísimos, que a mí me gustaba y también me intrigaba, quedó imborrable en mi memoria, cuando supe que íbamos allí porque mi abuelo, al que llamaban Frasquito el bueno, estaba enterrado allí.

Muy pronto, sin saber cómo, sin que nadie me dijera nada, por las palabras no escuchadas o por los silencios oidos, supe que mi abuelo, por el que yo me llamaba Francisco, había muerto en una guerra y estaba enterrado allí, donde mi abuela me llevaba y dejaba aquellos ramitos de florecillas.

Luego, más tarde, cuando ya era algo mayor y era, como todos los niños de aquella época, más adulto que niño, veía a mi abuela llorar y decir que algún día quería sacar a su marido de allí y enterrarlo en un nicho bonito con muchas flores. En el año 80, en aquellos años que parecía que ya íbamos a ser un país reconciliado, honrado, libre y democrático, el gobierno dio algunas compensaciones a viudas de fusilados. Mi abuela no quería ni oir hablar de ello. Decía que lo que habían hecho los fascistas no se pagaba con nada. Se murió el año siguiente y fue enterrada en un nicho que quiso tener en el patio donde está la fosa para estar cerca de su marido. Poco antes me había hecho el encargo de que cuando sacaran a mi abuelo que lo enterrara con ella. Me lo dijo a mí su nieto, no se lo dijo a su hijo, mi padre, aunque éste también iba muy a menudo a ver las fosas y cada año, el 1 de Noviembre, desde siempre, como se dice, hemos llevado un gran ramo de flores, y cuando se pudo de claveles formando la bandera republicana.

También mi padre que estaba emocionado con la ley de memoria histórica y con esta asociación pensando que iba a ver la exhumación de su padre, me dijo, poco antes de morir hace dos años, que no me olvidara de recuperar a mi abuelo y enterrarlo con ellos. Así que ayer, día 19 de Junio del 2013, cuando se llevaron los preparativos y sobre mediodía se empezó a picar el suelo, que parecía de losas pero que era de cemento, pensaba yo que por fin después de 76 años comenzaba la recuperación de la memoria de Ronda, de la verdad, la justicia y la reparación.

Pero ha sido esta manaña, día 20 de Junio del 2013, cuando mi corazón ha dado un vuelco y mi ánima ha vibrado al ver al arqueólogo sacar con mucho cuidado la tierra original en la que están enterradas nuestras víctimas del fascismo. Una tierra roja, suave, limpia, discretamente húmeda, una tierra viva, la tierra que ha cuidado amorosamente de sus hijos, asesinados por querer libertad, justicia y bienestar. Tuve la necesidad de coger un puñado de esa tierra y olerla. Busqué unos botes pequeños, bonitos, y los rellené con esa tierra sagrada para llevarlos esta tarde al acto informativo y ofrendarlos a los familiares descendientes de aquellos mártires honrados y valerosos, republicanos.

Francisco Pimentel
Asociación Memoria Histórica de Ronda

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