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domingo, 25 de marzo de 2012

"La Transición democrática se construyó con pactos de silencio"

Rosa Burgos advierte que el paso de la dictadura a la Transición fue una etapa de claroscuros que ha dejado en este país una herencia de hermetismo, falta de transparencia pública y oportunismo político

malagahoy.es 25.03.2012
 Para Rosa Burgos la vida es un manojo de casualidades. El 4 de marzo de 1977 estudiaba Derecho en Granada y acudió con sus amigos a la manifestación pro autonomía. Aquella tarde supo que en Málaga habían matado a un manifestante. Siendo ya secretaria judicial en Málaga, cada vez que pasaba junto a la placa conmemorativa de la muerte de Manuel José García Caparrós no dejaba de inquietarse por lo que pudo ocurrir aquel 4 de diciembre.
Pasaron años y el desasosiego persistía. Comenzó a buscar. Halló el sumario. Escrutó papeles y entre aquellos documentos surgió otro nombre: Javier Fernández Quesada, un estudiante de la Universidad de La Laguna abatido en el campus por una bala de la Guardia Civil el 12 de diciembre de 1977, durante una huelga general. El gobernador civil, Luis Mardones, luego diputado de Coalición Canaria, trató de construir con rumores una cortina de humo. Aludió a Manuel Blanco Chivite, un periodista y militante del FRAP que acababa de ser amnistiado y pasaba unos días en Tenerife mientras escribía un reportaje sobre la muerte del estudiante para Interviú. También puso en entredicho al catedrático Felipe González Vicén, que tras largos años de represalias había sido rehabilitado y confinado en La Laguna.

Ahora Blanco Chivite dirige la editorial Garaje Negro que acaba de reeditar La bala que cayó del cielo. Crimen de Estado: el caso Fernández Quesada, de Rosa Burgos. Y Rosa recuerda que González Vicén había coincidido con Jorge Guillén en 1936 en la Universidad de Sevilla. La escritora e investigadora vive junto a la casa de Jorge Guillén, en el paseo marítimo, mientras rememora Potencia de Pérez, aquel poema sobre el dictador y la dictadura, pero también metáfora de esos personajes oscuros, mediocres, oportunistas y medradores que primero usaron gafas de concha, después chaqueta de pana, luego gomina y, finalmente, otra vez gafas de pasta.

-¿Quedan muchos Pérez?

-Muchos. En la sociedad actual, en la pasada y me temo que también los habrá en la futura.

-¿Cómo se disipa su peso en una democracia?

-Desenmascarándolos y echándolos.

-Escribió La muerte de García Caparrós en la Transición política y después en La bala que cayó del cielo. ¿Qué fue la Transición?

-Una etapa que nos han vendido de color rosa y, sin embargo, fue de claroscuros. No se ha profundizado en la verdad de las instituciones, en la verdad de la gente que tenía el poder que la mayor parte de las veces era la misma que la de la dictadura.

-O sea como, Luis Mardones, gobernador civil de Tenerife cuando mataron a Fernández Quesada, diputado de Coalición Canaria y reconocido en el Congreso por ser alguien que tiene "un sitio en la mejor historia de la democracia".

-Claro, es que es una vergüenza esa adaptabilidad.

-Pero se argumentó que era necesario pasar página.

-Ese fue el discurso. La realidad es que la gente que sufrió la dictadura no tuvo ningún reconocimiento ni se aclararon las circunstancias que a muchos les tocó vivir. La Transición se construyó con pactos de silencio.

-Han pasado casi 40 años. ¿Todavía falta ese reconocimiento?

-Sí, justamente porque no ha habido un proceso en el que se aclaren las circunstancias vividas durante 50 años de dictadura. Por eso la gente necesita saber, por eso se siguen escribiendo tantos libros sobre la Guerra Civil y la Transición. Porque fueron unos momentos duros que no han sido resarcidos.

-¿Qué papel ha jugado la Ley de Memoria Histórica?

-Mínimo. Ha sido un desencanto para casi todos.

-Conoció y participó en la manifestaciones pro autonomía del 4 de diciembre de 1977. Parece lógica la inquietud por García Caparrós, pero ¿cómo llegó al estudiante de La Laguna?

-Entre una muerte y otra transcurrieron ocho días. Cuando recogía información de García Caparrós en el Congreso de los Diputados encontré unas balas que eran de los hechos de Tenerife. Cuando terminé el libro de García Caparrós me dije que quería saber qué había ocurrido y por qué.

-¿Por qué estaban las balas en el Congreso?

-Estaban indebidamente. Lo más benévolo que puedo pensar es que fue un olvido de los políticos de la Transición, aunque creo que estaban junto a ciertos documentos por un pacto de los políticos de la Transición.

-¿Cómo quedaron los casos de García Caparrós y Fernández Quesada?

-Sobreseídos. Nunca se aclaró nada. No se quería que saliera la verdad para no romper la paz ficticia que se quería imponer.

-Ahora la actualidad la domina la corrupción política. ¿Es inevitable o expresión de alguna enfermedad social?

-Cuando una persona se mantiene mucho tiempo en el poder cede a la corrupción. La sociedad, la gente en su día a día sí es correcta.

-¿Tiene esto algo que ver con aquello?

-Todo. Por eso no se puede acceder a muchos archivos... Fíjate, España es de los pocos países que no tienen ley de transparencia. Por eso yo estoy de acuerdo con Wikileaks y con todo lo que signifique transparencia. Se debe saber todo, salvo que suponga un riesgo real, se debe saber en qué se gasta el dinero, por qué se toman unas decisiones y no otras. Pero me temo que hay un cierto poder económico al que no le interesa sacar a la luz ciertas cosas.

-Ahora todos estamos pendientes del poder económico, de su reacción y opinión.

-Porque no estamos en una sociedad realmente democrática. La política está en manos de la gente de poder y no hay ideología.

-Investiga la historia, escribe sobre ella y desentraña verdades o ausencias de verdades, sin embargo, se hizo secretaria judicial. ¿ Por qué?

-Estudié Derecho porque pensaba que se podía desentrañar la verdad.

-¿Y la experiencia le dice que la Justicia es justa?

-No. La Justicia no es justa.

-¿Es un placebo?

-Verás, se dicta una resolución de conformidad con las pruebas que se aportan, pero hemos visto casos muy recientes de justicia que no es justa.

-¿Cuáles?

-Espero que lo de Urdangarín no sea así. El de Camps indudablemente ha sido así.

-¿Y el de Garzón?

-Respeto la resolución del Tribunal Supremo pero, la verdad, me duele bastante que Garzón haya estado en el banquillo por una acusación de Manos Limpias, de la extrema derecha.

-Hace 20 años que vive en Málaga. ¿Sol y playa o algo más?

-Málaga es mi tierra. No creo que me vaya nunca voluntariamente. Me gusta la gente tan abierta... Y también me gusta el sol y la playa.

-Algún pero tendrá.

-Faltan comportamientos más cívicos en los espacios públicos y, luego, me disgusta el tráfico, me gustaría que hubiera más sitios en los que se pueda ir andando o en bicicleta.

-Vive junto a la última casa de Jorge Guillén y al lado del puerto. ¿Le gusta como ha quedado?

-Mucho y, la verdad, no pensaba que fuese a quedar tan bien. Cuando veía las obras no confiaba nada en el resultado. Esperemos que no se merdellonee.

-También tuvo su momento de aproximación al poder, trabajando con José María Michavila en el Ministerio de Justicia. ¿Cómo fue aquello?

-Me fui de asesora cuando era secretario de Estado y estando allí lo hicieron ministro. Me fui por azar. Un día terminaba muy tarde en el juzgado, en el Miramar, me asomé a la ventana y vi pasar a una gente muy alegre con maletas. Pensé que me gustaría irme, viajar, estar por ahí. Pensé en Hispanoamérica. Me senté al ordenador y escribí tres cartas: una para el Ministerio de Asuntos Exteriores, otra para el Consejo General del Poder Judicial y la tercera para el Ministerio de Justicia, ofreciéndome para colaborar en algún proyecto en Hispanoamérica. Un día me llamó el jefe de gabinete de Michavila, creía que era una broma, pero me preguntó si me interesaría participar en la modificación de la Ley Orgánica del Poder Judicial que se estaba realizando. Así me acabé yendo a Madrid entre 2002 y 2003.

-¡Otra casualidad!

-Yo no conocía esos ámbitos. Pensaba que todos los que estaban allí eran afines políticamente, que la mayoría lo eran, así que fui clara. Le dije que no tenía nada que ver con el PP y me respondió que él ya tenía sus asesores políticos, que buscaba asesores para las leyes y las modificaciones de la Administración de Justicia que se iniciaban. Así que me fui a probar.

-¿Y qué tal?

-Bien, bien. Me gustó conocer, dentro de mis posibilidades, ese alto ambiente político, descubrir cómo se mueven los hilos.

-¿Y cómo se mueven?

-Pues por unos tecnócratas muy bien puestos que por lo menos había entonces en el Ministerio de Justicia. Guardo muy buenos recuerdos tanto de Michavila como de Rafael Catalá que le sucedió en la Secretaría de Estado. Trabajé bien... salvo ciertos tecnócratas que me encontré.

-¿Muy Pérez?

-Sí, exactamente. Curiosamente aquellos tecnócratas habían estado cuando gobernaba el PSOE, se mantenían con el PP y eran los que dirigían casi todos los hilos.

-Es secretaria judicial en la jurisdicción contenciosa. ¿Qué oportunidades tiene el ciudadano ante la Administración?

-Faltan medios. La Justicia debería ser lo más inmediata y cercana posible, pero los procedimientos se acumulan, los señalamientos son a largo plazo y no parece que los responsables tengan interés en que se agilice.

-El ministro de Justicia ha anunciado que cambiará el sistema para que el Congreso no participe en la elección de los miembros del poder judicial. ¿Qué le parece?

-Es que los órganos de gobierno no son en absoluto democráticos. Ahora se quiere que los miembros del órgano de gobierno de los jueces sean elegidos por los propios jueces, pero los secretarios judiciales dependemos primero de un coordinador provincial, después de una secretaría del Gobierno andaluz y en tercer lugar de la secretaría del Ministerio de Justicia y todos y cada uno de estos cargos son designados políticamente. Entonces, indudablemente, no hay democracia.

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