Ningún sitio es bueno - 18/5/12
Cuantas veces habremos
oido, parodiado, aquello de "Españoles, Franco ha muerto". Aquel
viejete, con los ojos enrojecidos y cara pálida, sufría el dolor de la muerte
de Paco de forma muy similar a la mujer que transmitia la muerte de Kim
Jong-Il. Era en blanco y negro, por supuesto, y aunque hubiera pasado ahora
tampoco tendría mucho color porque esos tiempos eran grises, como los que
repartían mamporros a diestro y siniestro contra todo aquel que pedía un poco
de libertad (por cierto, ¿donde estarán estos tipos ahora? seguramente sean ultraliberales...).
Carlos Arias Navarro,
último presidente del gobierno de Franco y primero de Juan Carlos I (sí, de
aquel monarca que aún sufrimos y que juró fidelidad a los principios
nacionales) tiene sin embargo un pasado más oscuro que esas patéticas imágenes
de sus sollozos. Y es que nuestro tierno viejecito en los años de la guerra
civil fue apodado "el carnicerito de Málaga". Vaya, ya no parece tan
enternecedor, ese mote en medio de una guerra no presagia nada bueno...
En efecto, Arias Navarro fue fiscal tras la toma por parte de los sublevados de
la ciudad Málaga. Málaga, la que sufrió y murió a manos de aquellos que hablaban
de liberar España de no sé qué estupideces, se desangró cuando tropas naZionales
e italianas la ultrajaron, cuando a los que huían de esa masacre una vez
desmoronada la resistencia republicana (y los que huían eran mujeres, niños,
ancianos y también, como no, hombres) se les ametrallaba sin piedad desde el
aire y se les bombardeaba desde mar. Se cree que más de 3.500 personas murieron
en la primera semana tras la caída de la ciudad, mientras que 16.952 fueron
sentenciadas a muerte en los siguientes meses.
Actualmente hay literatos de historia ficción de corte ultranazionliberal que pretenden convencer a cuatro papanatas de que estos juicios y sentencias fueron totalmente lógicas. Y lo fueron, realmente, desde el punto de vista de los vencedores que quisieron exterminar y acabar físicamente con los que no confesaban con su España grande y libre. Matarlos allá donde estuvieran, sin piedad, sin que la iglesia alzara la voz. Al fin y al cabo era su cruzada. Y Arias Navarro, ese viejecito que moriria en su cama sin juicio sumario fue uno de los verdugos que asesinaron a aquellos que quisieron evitar la barbarie protagonizada por Franco y sus compinches. Que no descanse en paz
Actualmente hay literatos de historia ficción de corte ultranazionliberal que pretenden convencer a cuatro papanatas de que estos juicios y sentencias fueron totalmente lógicas. Y lo fueron, realmente, desde el punto de vista de los vencedores que quisieron exterminar y acabar físicamente con los que no confesaban con su España grande y libre. Matarlos allá donde estuvieran, sin piedad, sin que la iglesia alzara la voz. Al fin y al cabo era su cruzada. Y Arias Navarro, ese viejecito que moriria en su cama sin juicio sumario fue uno de los verdugos que asesinaron a aquellos que quisieron evitar la barbarie protagonizada por Franco y sus compinches. Que no descanse en paz
Pero, ¿a cuenta de qué este apodo? Durante la férrea represión contra la población de la provincia de Málaga cuándo esta cayó en manos de las tropas franquistas en 1937, Arias Navarro asumió el cargo de fiscal siendo responsable de la muerte de cientos de civiles y prisioneros de guerra.
ResponderEliminarEl fundador de la asociación Contra el Silencio y el Olvido, Francisco Espinosa, ha encontrado una factura de la funeraria Jesús del Gran Poder en la que se detalla la construcción de 800 ataúdes, individuales y de 15 cuerpos, por un importe de 40.000 pesetas de la época.
Prisioneros republicanos Sus actuaciones en la provincia de Málaga nos dejan una triste herencia. Un listado de más de 4.300 personas componen la lista de fusilados y enterrados en la fosa común del camposanto de San Rafael en febrero de 1937. Solamente en la primera semana de la ocupación, del 8 al 14 de febrero se ejecutó sin juicio previo a 3.500 personas, y hasta 1944, otros 16.952 fueron condenados y fusilados según relata en un informe el cónsul británico en España documentado el historiador Antony Beevor.