Luego — el seis de diciembre — el País Andaluz se vestiría de luto y Málaga
sería nuevamente golpeada. La autonomía andaluza tiene su primer mártir. Manuel
García Caparrós, 19 años y militante del PCE y de Comisiones Obreras. Hoy se
sabe ya con exactitud que cayó por la bala que disparó un Policía Armada. Donde
la sangre joven se derramó, mientras pronunciaba una última palabra “justicia”,
los malagueños se dan cita con claveles rojos, verdes, blancos. Hay un letrero:
“Crimen
Fascista”. Y en el suelo: “Justicia popular”.
El día
4 de Diciembre, cuando millón y medio de andaluces, en las nueve provincias, en
sus calles y plazas gritaban por una Andalucía libre y los brazos de los
andaluces más jóvenes se alzaban en Cataluña pidiendo autonomía, Manuel
José García Caparros daba el último estertor. Un hilo de sangre salió por su boca.
La calle de Comandante Benítez ya se conoce popularmente por calle Manuel
García. La Andalucía abnegada, cargada de promesas incumplidas, pisoteada por
el centralismo y el caciquismo… La Málaga refugio y solaz de quienes
hicieron enormes fortunas a la sombra del franquismo, se levantó cuando se supo
la muerte de un joven, de dos heridos más por bala y otros muchos contusionados
por una acción de la policía que todos calificaron de brutal. La convocatoria
del Día de Andalucía en Málaga venía cargada ya de negros presagios. Días
antes, el Presidente de la Diputación, el falangista Francisco Cabeza López,
había manifestado que la bandera verde-blanca-verde no ondearía en el edificio
provincial. Meses antes, el pleno de la Diputación aprobaba el uso de la
bandera. Pero Cabeza López dijo no.
Y nadie
le obligó, ni le pudo obligar a colocarla. La espoleta ya estaba puesta. Lo
otro fue ya una cadena que no terminó en masacre gracias a la serenidad del
pueblo malagueño que no cayó en la trampa. Elementos de Fuerza Nueva y del Frente
Anticomunista Español que capitanea por estas tierras un alférez provisional,
Enrique del Pino, calentaron los ánimos días antes. La bandera verdiblanca,
símbolo de una nueva Andalucía fue destrozada por estos ultras en la víspera
del Día de Andalucía. La espoleta de unos incidentes Un joven escala la fachada
de la Diputación de Málaga para colocar la bandera andaluza el 4–D Cuando la
cabeza de la manifestación pasaba por delante de la Diputación Provincial, los
parlamentarios, líderes de partidos y centrales sindicales pararon unos
segundos. Mirada de desprecio en algunas caras y de dolor en otras. Pero ya
otros manifestantes iban colocando banderas andaluzas en sus ventanas Un joven
del PC sujetó, con cadena y candado, una bandera a la verja de la puerta de
entrada. Otro más osado y al parecer sin militancia activa en ningún partido,
como una araña humana, escaló hasta el balcón principal con el objeto de
colocar la bandera andaluza en el mismo mástil donde estaba sólo la enseña
nacional. Cuando culminó su arriesgado trabajo, miles de gargantas gritaron
“¡Viva Andalucía!”. Poco duró. La Policía hizo su aparición y cargó contra el
grupo de manifestantes delante de la Diputación.
Fueron
los primeros botes de humo, las primeras carreras, las primeras caras de
pánico, de terror, de tragedia. Los gritos de “Cabeza, fascista, dimite”
fueron sustituidos por “Cabeza al paredón”. Y luego, los
gritos contra la policía… las piedras. Y más carreras. Hoy, con los ánimos más
templados, nadie en Málaga se explica el porqué de la acción de la Policía.
Fantasmas del norte del país parece que sobrevolaban las cabezas de los
policías. Y aunque desmentido por el Ministro Martín Villa, la imagen del Comandante
Imaz parecía rondar por las calles malagueñas. Es cierto que en algunas
ocasiones la Policía se sintió acorralada, pero también lo es la extrema dureza
empleada contra personas solitarias, contra conductores de coches y motos. Se
lo oímos decir a un miembro de la COPEL en el lugar donde cayera Manuel José
García Caparros: “Esto sucede en el Norte y estalla” .
Disparos,
no sólo al aire La Policía española reprime Cuando regresaba el grueso de la
Manifestación desde el Puente de las Américas hasta el centro del casco urbano
sonaron los primeros disparos de pistola. Por la espina dorsal de miles de
malagueños corrió la duda y el temor. Y una pregunta en la cara de todos: “¿Qué
pasa?”. A los disparos de pistola les siguieron los botes de humo y las
balas de goma hacia el barrio del Perchel y la Trinidad. Serían las dos y
cuarto de la tarde. En la versión oficial se dice que la policía se sintió
acorralada y sin dotación antidisturbios en las confluencias de las calles
Alameda de Colón, Avda. del Generalísimo y Puente de Tetuán y tuvo que tirar de
la pistola. Esta versión ha sido rebatida por testigos presénciales, aunque
alguno de ellos reconociera que efectivamente hubo momentos en que la Policía
estaba copada, pero disponía de las porras y otros medios. Igualmente sorprende
que la policía, nada más comenzar los incidentes, agotara su dotación
antidisturbios.
Es
verdad que la policía disparó al aire pero también hubo muchos disparos sin
levantar las armas al cielo. El lugar donde cayó Manuel José García Caparros
está acribillado por varias balas. Antonio Ortiz Carrasco nos contaría como una
bala le pasó por la cabeza, disparada al parecer, por el mismo causante de la
muerte del joven, un sargento grueso. Luego todo fue una batalla campal. Este
periodista, a pocos metros de su estomago tuvo una pistola. Dos diputados,
Francisco de la Torre (UCD) y Román (PSOE) estaban allí y declararían haber
visto pistolas fuera de sus fundas, palos, miedo, pavor, pánico, carreras,
mujeres histéricas, desbandada, acoso a la policía, más botes de humo, más
balas de goma, piedras, y palos. Indignación popular Los jóvenes toman
Málaga Lo que empezó como una jornada de
alegre confianza en poder alcanzar una autonomía que le permita salir del
subdesarrollo, se convirtió en jornada de dolor y de luto. Descanse en paz
Manuel y que la paz llegue a Andalucía.
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