Español, andaluz y malagueño universal,
Picasso ha sido una figura polémica de forma constante. Su vida
sentimental, su apoyo a la República española y su afiliación al Partido
Comunista francés, motores de su producción, eclipsaron en ocasiones la
difusión de su obra. En los últimos años se ha producido un intento de
despolitización de su arte. Un intento de vender un Picasso no político
que, sin embargo, posee una obra que refleja sus ideales y convicciones.
andaluces.es - Ana Bernal Triviño
/ Málaga
/ 27 oct 2013
“Mi adhesión al Partido Comunista es la resultante lógica de toda mi vida, de toda mi obra. He ingresado en el partido sin vacilar puesto que, en el fondo, yo estaba con ellos siempre…”. Picasso. New Masses
Así justificaba Picasso su afiliación al Partido Comunista Francés
(PCF) en 1944. Antes, durante la Guerra Civil española, había dejado
numerosas muestras, artísticas y personales, de apoyo a la República.
Pero este compromiso político le salió caro.
No sólo dañó su imagen artística en el pasado. “Todavía lo hace”,
subraya con firmeza Lynda Morris, profesora de la Norwich University
Collage of the Arts, y que fue encargada de la exposición Picasso: paz y libertad
en la Tate Gallery de Liverpool. A partir de esta exposición, John
Richardson, biógrafo de Picasso, escribió en 2011 un artículo en New York Review of Books
donde cuestionaba el compromiso político de Picasso y criticaba la
exposición de Morris. El profesor Vincenç Navarro escribía en Público
que existía una estrategia del establishment artístico de EEUU para
despolitizar el arte, opinión compartida por Morris: “Richardson, que es
actualmente empleado del marchante de arte Larry Gagosian, se basaba en
unos contactos menores que Picasso tuvo con dos españoles que, con
posterioridad, tuvieron vínculos con el franquismo”. A pesar de que la
exposición de Morris fue un éxito, sostiene: “Tate se niega a trabajar conmigo de nuevo en cualquier cosa”.
¿La razón? “Gagosian es el comerciante más famoso hoy día. Ha invertido
mucho en los últimos Picasso porque son las únicas pinturas en el
mercado. Sus clientes son americanos ricos intensamente anticomunistas”,
afirma.
“El artista (…) no debe ni puede permanecer neutral en un conflicto donde se juega el destino de los valores supremos del hombres”. Telegrama de Picasso al Congreso de Artistas Americanos
El apoyo a la República durante la Guerra Civil española fue para
muchos el detonante de su compromiso político. “Estoy de acuerdo en que
se ha tendido a simplificar las implicaciones políticas de la obra de
Picasso. Pero su toma de postura clara se produce a partir de 1936”,
subraya Salvador Haro, profesor de Arte en la Universidad de Málaga y
comisario de la exposición Viñetas en el Frente, del Museo
Picasso Málaga. Sin embargo, para el biógrafo Rafael Inglada es
anterior: “Desde su juventud en Barcelona, Picasso atacó directamente a
la burguesía a través de sus obras, y reflejó su posición al lado de los
desfavorecidos en algunos de sus lienzos. Por ejemplo, en 1900 firmó el
manifiesto La amnistía se impone, a favor de los desertores en la guerra de Cuba y Filipinas”. De lo que no hay duda es de que “la obra de Pablo Picasso no puede entenderse sin tener en cuenta su compromiso político”, asegura Genoveva Tusell, profesora de Historia del Arte en la UNED.
Desde el inicio de la contienda, el bando franquista puso a pleno
rendimiento su campaña mediática y en ella señalaba a los enemigos. En ABC de Sevilla
se recoge una charla radiofónica de Queipo de Llano en diciembre de
1937, donde manifestaba que Picasso pintaba “cuadros con horrores”: “Sus
charlas radiofónicas, sanguinarias, vesánicas, fueron escuchadas
masivamente en ambas zonas y causaron auténtico pánico en Madrid. Los
nazis aprendieron de Queipo para su propia propaganda radiofónica”,
afirma el hispanista Ian Gibson.
Durante la guerra, Picasso no dejó de mostrar continuos gestos de
apoyo a la causa republicana. Entre ellas, donaciones destinadas a
conseguir leche para los niños españoles o comedores infantiles. “A ello
se suma la creación de hospitales y orfanatos”, matiza Morris.
(…) Gritos de niños, gritos de mujeres, gritos de pájaros, gritos de flores, gritos de maderas y de piedras, gritos de ladrillos, gritos de muebles, de camas, de sillas, de cazuelas, de gatos, de papeles (…) Sueño y Mentira de Franco
Como profesional, su nombramiento como director del Museo del Prado
en 1936 lo convirtió en el responsable de salvar las obras de arte de
las llamas de la guerra, como él mismo reconocía en un telegrama al
Congreso de Artistas Americanos: “He tomado todas las medidas necesarias para proteger el tesoro artístico de España mientras dure esta guerra cruel e injusta”,
escribió. Su obra se encargaría de expresar su denuncia. El primer
paso, en 1937, con los grabados Sueño y Mentira de Franco, una sátira al
levantamiento franquista. Según Haro es una de sus mayores muestras de
compromiso político no sólo por su contenido, sino también por su
edición y distribución: “Picasso sufragó la edición de 1.000 ejemplares.
La carpeta con los grabados, así como una reproducción facsímil del
texto, se expusieron junto a Guernica en el Pabellón Español de
la Exposición Universal de 1937. Allí se vendían a un precio razonable y
los fondos recaudados iban directamente a sufragar la causa
republicana”.
Guernica es el gran punto de inflexión de su carrera. El
cuadro muestra la crueldad del ataque a la localidad vasca por la Legión
Cóndor en abril de 1937. Asumir este encargo de la República española
fue una declaración de intenciones: “Picasso es una de las bêtes noires del fascismo español, sobre todo a partir de Guernica,
que dirige la atención mundial sobre él. Desde entonces, la España de
Franco siempre dice pestes de él”, valora Gibson. La obra no pudo llegar
a España hasta 1981: “El artista dejó por escrito que no debía ser
devuelta al gobierno español hasta que no se instaurasen de nuevo las
libertades públicas”, apunta Enrique Mallen, catedrático de la Sam
Houston State University en Texas y creador de Online Picasso Project. Guernica sigue siendo un cuadro incómodo. Como en 2003, cuando su reproducción en Naciones Unidas fue ocultada durante las ruedas de prensa sobre la invasión de Irak.
Con el tiempo, Picasso se fue convirtiendo en una pieza complicada en el engranaje del franquismo: “Por
un lado, era imposible no reconocer su prestigio artístico, pero su
condición de comunista y su lucha en favor de la paz enervaban al
régimen franquista hasta el punto de considerarlo un enemigo político.
A mediados de los cincuenta y por iniciativa de varios intelectuales se
intentó celebrar una exposición de Picasso en el Museo de Arte
Contemporáneo de Madrid. El Ministerio de Asuntos Exteriores recomendó
proseguir en la sombra las negociaciones para su organización, pero
cuando la noticia llegó a oídos de la prensa española, el régimen lo
desmintió de manera categórica”, narra Tusell. Y añade, como ejemplo del
escaso interés de España por su obra, que hasta los años sesenta la
única obra de Picasso que formaba parte de las colecciones del Estado
fue la Mujer en azul (1901). ¿El motivo? “El pintor olvidó recoger después de presentarla en la Exposición Nacional de Bellas Artes”, explica.
El franquismo no podía contener el éxito de Picasso. Por eso se
hicieron dos exposiciones suyas en la España franquista. Una en 1957, en
la Galería Gaspar de Barcelona. La segunda en 1971, en “la madrileña
Galería Theo, sobre grabados de Picasso. Pero se produjo un atentado de
la extrema derecha contra la galería en el que resultaron seriamente
dañadas varias obras y dos de ellas extraviadas”, recuerda Tusell.
“Ahora es el momento, en este periodo de cambios y revolución, de pintar de manera revolucionaria, y no como antes”. Entrevista a Jerome Seckler, en New Masses, 13 de marzo de 1945
La llegada de Picasso al PCF intensificó aún más su compromiso político. De esta etapa es el Osario (1945), o Monumento a los españoles muertos por Francia (1946). “Con su obra, Picasso quiso dejar claro de qué lado estaba”,
remarca Haro. Su afiliación se produjo justo después de la liberación
de París, en 1944. “Picasso se convirtió en un héroe. Es lo que fue para
muchos americanos que ponían su mirada mucho más allá del Atlántico”,
matiza Inglada.
No obstante, se desató un ataque ideológico que tendría consecuencias para su propio mercado: “El
hecho de que Picasso fuera miembro del PCF hizo que los precios de los
cuadros de Matisse subieran por encima de los de Picasso. Se penalizó,
en parte, su obra, y eso hizo que otros artistas que pisaban
fuerte en ese momento se beneficiaran a partir de 1945”, explica Morris.
En EEUU, el FBI abrió un expediente sobre sus actividades, clasificado
por una “C” de comunista y como “posible subversivo”. Entre otros
artistas que también encontraron beneficio de ello hay un español, según
desvela Gibson: “El seguimiento del FBI le dificultó un tiempo su
difusión en Estados Unidos, por el asunto de McCarthy. Nunca pudo poner
los pies allí, lo que le facilitó el camino a Dalí, un rival”. Pero,
¿esas coacciones condicionaron al pintor? “En absoluto -afirma Inglada-.
La caza de brujas no pudo jamás con su grandeza. Al contrario de lo que
se pensaba, Picasso se reafirmó en su obra como medio de expresión y de
lucha política”.
De nuevo, se muestra un “Picasso incansable en recaudar fondos bajo
el ala del Partido Comunista”, destaca Morris. No obstante, algunas de
sus acciones le valieron incluso las críticas de sus propios compañeros
comunistas. “Firmó una carta para L’Humanité contra la
represión en Hungría por la URSS en 1956. Su retrato de Stalin fue
condenado por poco realismo y hubo peticiones de que fuese expulsado del
partido”, añade Morris. ¿Por estos hechos se le puede acusar de ser
infiel al partido? “No creo que Picasso fuera fiel a estas exigencias ni
a ninguna”, subraya Inglada, porque no funcionaba como otros pintores e
intelectuales que estaban fanatizados con las consignas políticas. Tal
vez lo más alejado a Franco era el comunismo. Era una forma de apoyo a
las masas de izquierda a través de su propio arte”. Tusell aporta otra
visión: “Su relación con el partido fue bastante peculiar porque el
artista obedecía a muy pocas reglas. La propia Dora Maar decía ‘Picasso es más importante que el comunismo. Él lo sabe, y ellos también”.
Nunca viajó a Moscú y, para Mallen, “su largo exilio de la España
natal le había llevado a ver el comunismo como un ideal de paz y
hermandad. El Partido Comunista, por su parte, se sirvió de la imagen
rebelde e inconformista de Picasso para impulsar su causa”. Aún así,
Morris afirma con seguridad: “Su compromiso con el Partido Comunista
nunca fue débil. Son los historiadores americanos los que se oponen a
ella por sus propios intereses. Ellos cuestionan ese lazo con el
comunismo, influenciados por los marchantes norteamericanos, que a su
vez están influenciados por los coleccionistas de EEUU”.
Picasso participó en 1948 en el Congreso de Intelectuales por la Paz
en Wroclaw (Polonia). “No hay duda de que el movimiento por la paz fue
inspirado por la Unión Soviética”, indica Morris. La cadena de
acontecimientos con los que agradecían a Picasso su defensa por la
libertad se materializó en noviembre de 1950, cuando recibió el Premio
Lenin de la Paz. Su compromiso con los nuevos acontecimientos hizo que
terminase Masacre en Corea (1951) contra la invasión de los norteamericanos. En 1952 continuó con su defensa pacifista en Vallauris con los murales La guerra y La paz.
“De entre todo-hambre, miseria, incomprensión del público-lo peor es la fama”
Su vida sentimental fue en muchas ocasiones más comentada que sus
propias obras. Este mayor relieve de los aspectos personales, apunta
Morris, fue otra estrategia americana: “Tres destacadas personas
acusadas de simpatizar con el comunismo fueron elegidas por Estados
Unidos como ‘mujeriegos’ en un intento de desacreditarles: Charles
Chaplin, Paul Robeson y Picasso”. Otro dato en la historia del pintor
fue que se cuestionase su nacionalidad. “Picasso siempre se consideró
español”, subraya Mallen. Aunque en 1940 pidiese la nacionalidad
francesa. El motivo más importante que lo sustentaba era conseguir su
divorcio con Olga Khokhlova. Se le denegó la nacionalidad, también
siendo espiado por la policía francesa. El informe de la dirección de
Informaciones Generales, de 1940, menciona que “Habiéndose acomodado en
una situación, en Francia, que le permite, como ‘pintor llamémosle
moderno’, ganar millones (depositados, parece, en el extranjero) (…),
Picasso ha conservado sus ideas extremistas evolucionando hacia el
comunismo”, transcribe Mallen.
Caló tanto el rumor de que Picasso no se sentía español que hoy día, según Inglada, se percibe: “Lo
peor del caso es que en su propia ciudad de origen aún se le mira con
cierta reticencia, tachándolo de miserable, de su poco amor por Málaga y
del escaso interés que mostró por sus raíces. Realmente, es la
visión más común que se tiene, errónea por supuesto”. Como recuerda
Haro, Picasso es español y sin España no podría haber existido su obra.
Mallen argumenta que “su estancia en Barcelona en 1902 y 1903 es
fundamental para explicar el Período Azul. El Periodo Ibérico de 1906 se
inspira en su estancia en Gósol. En 1908 y 1909, su paso por Horta de
Sant Joan y Cadaqués son importantes para el cubismo analítico. De
hecho, Gertrude Stein siempre mantuvo que el cubismo había sido un
movimiento pictórico español”.
“No hay ninguna pintura mía, ningún dibujo mío, que no responda exactamente a una visión del mundo”
Pero Picasso es interminable. Para Morris hay una gran historia aún no contada del pintor malagueño: su compromiso con África después de 1945.
“Las pinturas y acciones de Picasso después de esa fecha coinciden con
algunas de las grandes atrocidades contra argelinos, negros o la crisis
en Cuba”, desvela. De hecho, en los archivos manejados por la
historiadora se descubrieron tres telegramas a Picasso desde el gobierno
cubano, dos remitidos por el propio Fidel Castro en 1691 y 1962, para
proyectar una Columna por la Paz en el puerto de la Habana rematado con
la paloma de la paz de Picasso. La crisis de los misiles en Cuba acabó
con el proyecto.
El lunes 16 de abril de 1973, a las 14.15 horas, Picasso fue
enterrado junto a las escalinatas en su jardín, como narra Inglada.
Sobre su tumba, dos copias de La dama oferente, que durante
años estuvieron en su taller con un cartel que indicaba: “Esta escultura
pertenece a la República española”. Su compromiso y su corazón español
permaneció hasta el último día. Picasso demostró que el “arte es la
mentira que nos permite comprender la verdad” y que, frente a quienes
cuestionasen su compromiso, su obra quedaba como ejemplo de su vida y
pensamiento: “Pinto igual que otros escriben su autobiografía. Mis
telas, acabadas o no, son las páginas de mi diario”.
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