Francisco Pimentel - La Voz de Ronda > 10.11.2012
El pasado día 1 durante el
homenaje floral anual uno de mis pensamientos era el relato que he tenido de
una rondeña que vivió los trágicos acontecimientos del 1936:
“Pues ya mi madre no tenía miedo y
todos los días iba al cementerio a visitar el sitio donde fue enterrado mi
hermano. Aquello era un pedazo de campo detrás del cementerio, allí abrieron
unas cuantas fosas y los echaban allí cuando los afusilaban, unos encima de
otros y allí metieron a miles de criaturas inocentes.
Mi hermano tenía un amigo y vecino
de la calle que trabajaba en el cementerio. Este muchacho se llamaba Luis
Navarrete y cuando vio que entre los afusilados estaba mi hermano entonces le
quitó el reloj, la petaca de tabaco y el mechero y lo enterró encima de todos y
le puso una señal. Cuando le entregó a mi padres sus cosas y le dijo la señal y
el sitio mi madre iba todos los días y le quitaba las hierbas y le ponía
flores.
Entonces el Ayuntamiento ordenó
que ese pedazo de campo donde había tantas criaturas lo rodearan con un muro y
le pusieran una puerta para que allí no entrara nadie, pero resulta que uno del
Ayuntamiento tenía ovejas y se servía de aquello para encerrarlas de noche, las
hierbas salían por lo alto del muro y como cerraban la puerta ya mi madre no
podía ir.
Entonces, otro amigo de mi hermano
que trabajaba en el Ayuntamiento, Manolo Aznar, mi madre fue a verlo y le contó
lo que pasaba. Este muchacho se fue directamente a la Policía y se interesó
mucho porque abrieran la puerta y limpiaran aquello.
Mi madre mandó hacer una cruz de
madera y se la clavó en el sitio donde mi hermano fue enterrado y le ponía sus
flores, pues ya se aproximaba la fiesta de Los Santos y la gente iban y echaban
flores.
Entonces la Guardia Civil le llamó
la atención a mi madre porque le había puesto una cruz al sitio de mi hermano
sin pedir permiso.
Mi madre le dijo que los que había
allí eran criaturas que no eran animales, asín que fue de nuevo a ver al amigo
de mi hermano, y este muchacho se ocupó de nuevo y el Ayuntamiento puso un
letrero que decía que se podía cuidar, poner flores y cruces y que fuera
respetado y no encerraran animales y tenía el sello del Ayuntamiento. Ya mi
madre le mandó hacer a mi hermano una cruz de mármol con su fotografía dentro.
La mandó hacer a otro amigo de mi
hermano que tenía una fábrica de ladrillo y materiales de construcción, este
amigo de mi hermano se llamaba Miguel Puya que a veces mi hermano también
trabajaba con él, asín que le hizo esa cruz y se la regaló para mi hermano.
Asín que esa cruz la clavó en el sitio para siempre.
Después el cementerio era pequeño
y decidieron correrlo con este corral, que eso parecía, asín que echaron
cemento encima de las fosas y lo rodearon de bóvedas y hoy es un patio santo
como los otros y esa cruz que tanto penó mi madre para ponerla mismo que
echaron cemento nadie le tocó y quedó allí para siempre.”
Francisco Pimentel
Asociación Memoria Histórica de
Ronda
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