- Tres investigadores de la Universidad de Málaga han desarrollado durante años una ambiciosa investigación sobre la depuración de los profesores de instituto durante el franquismo
- Han revisado casi 2.500 expedientes. "Está considerada como persona izquierdista y anticatólica, por esto se ha significado en su persecución a los alumnos procedentes de Colegios Católicos en exámenes y otros actos", se lee en uno de ellos
- La depuración comenzó en agosto de 1936, poco después del golpe militar, pero el aparato depurador no se configuró hasta noviembre. Funcionó de manera implacable hasta 1942, aunque algunos expedientes se prolongan hasta los años 70: treinta años después, algunos profesores pedían que se les reconociese la posibilidad de reincorporarse a la docencia pública.
El Diario.es 10/10/15 Néstor Cenizo
El General Jefe del Ejército del Sur remite esta
nota al Juzgado Especial de Depuración de Funcionarios Civiles en
febrero de 1937: "Doña C.B.C., profesora del Instituto Murillo [de
Sevilla]. Incompetente para el cargo y cómplice con el Director de los
desastres académicos. Faltaba mucho a clase. Íntima de Barnes y del
socialista Remigio Cabello. En varias ocasiones los alumnos protestaron
ante el Director del trato grosero e improcedente que les tenía. Está
considerada como persona izquierdista y anticatólica, por esto se ha
significado en su persecución a los alumnos procedentes de Colegios
Católicos en exámenes y otros actos". El documento es uno de los miles
que han examinado tres profesores de la Universidad de Málaga, que
acaban de finalizar una investigación sobre los procesos de depuración
entre el profesorado durante el franquismo.
Carmen Sanchidrían, Isabel Grana y Francisco Martín
Zúñiga, profesores del Departamento de Teoría e Historia de la
Educación, investigan desde 2001 la depuración de los profesores de
instituto: las diferencias de la purga a profesores y profesoras, las
historias de vidas desviadas, cuando no truncadas, y la depuración entre
los docentes de las escuelas normales. Han revisado cerca de 2.500
expedientes apilados por orden alfabético en los archivos generales de
la Administración, en Alcalá de Henares.
Los docentes
estaban obligados a iniciar su propio proceso de depuración: debían
presentar una instancia para que se evaluase su idoneidad. Constaban 21
preguntas en aquel formulario. Uno de los apartados a rellenar es este:
"Quiénes eran los más distinguidos izquierdistas de su departamento y
cuanto sepa de la actuación de los mismos". Los golpistas solicitaron a
todos los profesores que delataran a sus compañeros.
El 27% de los profesores de secundaria fueron sancionados, algunos con
la expulsión definitiva de la carrera. Con todo, no fue la sanción más
común, porque el régimen necesitaba docentes. Muchos fueron trasladados,
inhabilitados para cargos directivos, suspendidos. Todos, también
quienes superaban la prueba, eran vigilados. "Era más eficaz meter miedo
al profesorado", aclara Martín Zúñiga.
Los criterios
para sancionar estaban condicionados por la opinión particular de los
integrantes de cada comisión provincial: un representante de la Iglesia,
el Gobernador, el director del instituto, un miembro de Falange y algún
integrante de la escuela normal. Ni siquiera existía una tipología de
infracciones. Lo que para algunos pudo conllevar el fin de su carrera, a
otros se les consintió. Las acusaciones eran variopintas. "No estar
casado por la Iglesia, haber asistido a un mitin, lo que fuera... O ser
frío con las cuestiones religiosas. Eso sí, ser masón o comunista era
estar separado del cargo", explican los investigadores. Más suerte
corrieron algunos curas profesores nacionalistas que fueron destinados
lejos de Cataluña o País Vasco.
Los profesores de la UMA citan el caso de una profesora valenciana
sancionada primero en Valencia "por derechista" y luego por el
franquismo por sus ideas "liberales". En su expediente aparecen cartas
en las que pregunta: "¿Cómo pueden sancionarme si los rojos han dicho
que yo era de los nacionales?". Aquella señora acabó ingresada en un
manicomio. Otra profesora, amiga del obispo de Barcelona, evitó ser
sancionada porque su adscripción a la República era fruto de los ideales
de su marido. Aquello era "cumplir con el deber de esposa". Sin
embargo, otras fueron castigadas precisamente porque se les presupuso la
ideología de su consorte.
Para emitir su veredicto, la comisión pedía informes a
la Guardia Civil o al cura local. Con la instancia y los informes
formulaba un pliego de cargos, al que podía replicar el depurado.
"Repasando recuerdos y no acertando a comprender cómo puede alguien
haber informado dicho cargo, la exponente se ve obligada a pensar en
algún padre descontento por el resultado obtenido en los exámenes de sus
hijos", alega la profesora sevillana citada al principio de este texto,
que aporta 27 cartas y declaraciones en su descargo. Esos documentos
dan fe "no solamente de la actuación profesional sino también de la
conducta religiosa", dice C.B.C. para defenderse.
La
depuración comenzó en agosto de 1936, poco después del golpe militar,
pero el aparato depurador no se configuró hasta noviembre. Funcionó de
manera implacable hasta 1942, aunque algunos expedientes se prolongan
hasta los años 70: treinta años después, algunos profesores pedían que
se les reconociese la posibilidad de reincorporarse a la docencia
pública.
Los investigadores de la Universidad de
Málaga terminaron el trabajo el año pasado. El proyecto sobre la
depuración en las escuelas normales les dejó un regusto amargo. Los
expedientes no aparecen: no están en el archivo general, ni en las
universidades ni en los archivos provinciales. Tampoco en el Centro
Documental de la Memoria Histórica, en Salamanca. Se esfumaron y dónde
estén ahora, si es que existen, es un misterio.
La
profesora C.B.C. del Instituto Murillo, separada también del servicio
por las autoridades republicanas, fue finalmente inhabilitada por el
franquismo para cargos directivos y de nada le valió probar su conducta
religiosa.
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